
Desde siempre, primero el obscuro presentimiento de la muerte, la fugacidad del amor, el abandono de los seres queridos al olvido, la necesidad de recuperar una y otra vez el jardín de la infancia, comienzan a manifestarse en la adolescencia. En esta etapa de búsquedas, de ascensos y descensos, de persecución de temas y magisterios definidos, existe siempre sin embargo algo que no podrá ser superado, esto es, dislocado del todo. Una forma temprana de madurez en la que por adelantado los temas son intuidos, develados, descubiertos, aquellos que luego van a ser largamente perseguidos. Este libro de Alón Lischinsky esta lleno de ese pathos, de esa arrogancia tempestuosa de una adolescencia que se descubre a sí misma en los gestos y signos del lenguaje. Un primer libro es un compromiso irrenunciable y en este sentido la poesía no ha perdonado jamás a quienes ha tomado como voceros. El lenguaje insistente, fundador de mundos, busca una vez más alguien en quien destinarse. El habla poética es destinación donde convergen épocas y vidas. Cuando el compromiso es aceptado algo -un tenue movimiento, un deslizamiento- casi invisible, puede transformar el curso de muchas cosas sobre la tierra.
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1994.Primera edición de 500 ejemplares.
Editorial Tiempo.
Corrientes - Argentina.
Colección Privada - Rasho Resplandece.
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